Las principales regiones productoras
de licores de frutas son Alsacia y Lorena: en la primera predomina
la cereza – Kirsch –, en la segunda la Ciruela
Claudia, – Mirabelle –.
A falta de una denominación
específica podemos decir que “Eaux-de-Vie”
– Agua de la Vida – es cualquiera de esos soberbios
“Brandies” de fruta, por los cuales Alsacia es
especialmente famosa. Estas peculiares destilaciones se conocen
también como “alcools blancs”, por haber
madurado en cristal en lugar de madera y por tanto ser incoloros.
Se destilan en alambiques a partir de todos los frutos comestibles
y algunos que no se suelen comer. Se destilan peras, albaricoques,
frambuesas, arándonos, acebo – Houx –.
Cuando se trata de fruta fresca y pequeñas bayas, como
es el caso del Houx, se necesitan grandes cantidades de materia
prima, lo que eleva muchísimo el precio del producto.
La fruta es la única materia prima utilizada para los
aguardientes – Eaux-de-Vie – de Léon Beyer.
El aroma, el sabor, la delicadeza de los grandes aguardientes
de frutas depende estrechamente de la calidad de dicha materia
prima. La habilidad del destilador influye desde la selección
de la fruta hasta su destilación. La fruta se prensa
y experimenta una fermentación lenta, de varias semanas
de duración, antes de proceder a su destilación.
Las frutas pulposas, como es la Poire Williams deben fermentarse,
como el vino, mientras que otras, como las bayas, deben ser
objeto de una maceración. A ambos procesos les sigue
una doble destilación con el método Charentié.
Las frutas de grano que no poseen el suficiente azúcar
para fermentar prensadas se ablandan con alcohol: en este
proceso – denominado maceración – el alcohol
extrae las sustancias aromáticas y las absorbe.
Destilándolas nuevamente adquieren una forma fina,
pero concentrada. De este modo se puede extraer la potencia
aromática de todas las bayas, como ponen de manifiesto
las especialidades obtenidas de aliso, acebo, saúco,
endrina o mora.
Como envejecen en damajuanas “demijohns” –
botellas de cristal de 50 litros, rodeadas de una urdimbre
de mimbre, cuya denominación se debe a la desfiguración
del nombre francés “Dame Jeanne” –,
se conservan claros como el agua.
Posteriormente si se desea, se envejece en barricas de roble,
dependiendo del gusto del consumidor final.
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